martes, 10 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 1


Bip, bip, bip. Siete de la mañana.  Los primeros rayos de sol de una cálida mañana de verano empiezan a colarse por las rendijas de la persiana. Consigue apagar el despertador después de una guerra entre su brazo y ella, al final ganó ella y consiguió que el brazo apagase el dichoso despertador.

 

-Cariño. ¿Estás ya despierta? Venga que tienes el desayuno que se te va a enfriar, no vayas a llegar tarde.

-Si, abuela. Me preparo y bajo en seguida.

Alexia se levanta por fin de la cama, aunque eso sea lo último que le apetezca hacer a esas horas. Se ha pasado unos minutos sentada en el borde de la cama mirando a ninguna parte, al escuchar que su abuela le hablaba volvió a entrar en sí. No ha podido dormir muy bien esa noche y despertarse tan pronto le ha sentado como echarse un cubo de agua fría.

 Abre el armario en busca de algo que ponerse, saca unos shorts vaqueros y en el fondo del armario encuentra una camisa de cuadros de tonos marrones y beige que le regaló su padre en navidad.

 

  

 

 De eso ya hace siete meses. Siete meses desde la última vez que nos vino a visitar y ahora quiere recuperar el tiempo perdido yendo a pasar un mes a su camping preferido, aquel al que íbamos todos los veranos con mamá. Ese lugar está lleno de recuerdos juntos los tres. No sé porque papá se empeña en ir a un lugar como aquel donde gran parte de los sitios me recuerda a ella.

 

Como la echo de menos…, ojala estuviera aquí conmigo acurrucándome en sus brazos como cuando tenía siete años, yo la recordaba siempre que con siete años ya era mayor para que me cogiese como un bebé, a eso ella contestaba que siempre sería su bebé. Le divertía ver como me picaba. Por aquel entonces no pensé que echaría de menos que me hiciese de rabiar.    Ya han pasado nueve años desde que la perdí y nunca volverá.

Muchas veces tengo pesadillas de ese día en el accidente.

 

  

 

Un hombre estrelló su coche en el lado donde conducía su madre, esta le vio cuando ya era tarde para hacer nada. Se llevó todo el impacto, no se pudo hacer nada por salvarla. Alexia perdió la conciencia y sufrió algunas heridas, pero al no ser graves, en un par de días le dieron el alta. Cuando despertó estaba su padre sentado al lado de su cama del hospital, le desconcertó que este estuviera llorando, ya que nunca había visto llorar a su padre y nunca más lo ha visto hacerlo. Ella sólo recordaba a su madre con la cabeza en el volante, llena de sangre. Su madre había muerto y el hombre había desaparecido sin dejar rastro. Pudo ser un asesinato, pero nadie pensó en ello.

 

Desde entonces había vivido con sus abuelos. Había sido feliz viviendo con ellos, no se puede quejar, pero siempre quedó el hueco vacío de una madre que nadie puede ocupar.  Cuando murió su abuelo de cáncer fue una época dura para las dos, la luz de alegría de la que estaba caracterizada su abuela se fue apagando un poco pero frente a su nieta tenía que ser fuerte y continuar como siempre. Fue una época en la que se apoyaron mutuamente. Alexia cogió mucho cariño a su abuela, que la había criado como a su hija.

Mientras, su padre se había volcado en su trabajo como científico, debe ser, que como su madre también era científica, se sentía más cerca de ella trabajando. O eso pesaba Alexia en un principio.

El caso es que fue visitándolas de vez en cuando, pero como el número de visitas iban disminuyendo con el paso del tiempo,  el rencor de ella hacia él iba creciendo a su vez. Le acusaba de ser cobarde, de dejar que creciera sin actuar como suele hacer un padre cualquiera. Gracias a su pasado se fue haciendo más fuerte por momentos.

 

Una lágrima le resbala por la mejilla y cae hacia el suelo. No. No va a llorar. No se lo puede permitir. Siempre que recuerda acaba igual. Se peina recogiéndose el pelo en una goma, se arremanga las mangas de la camisa y se lava la cara. Así. Mucho mejor. Coge del suelo su mochila de montaña, cambia sus zapatillas de estar por casa por unas bambas moradas y baja hasta la cocina donde su abuela la lleva esperando hace un rato con el desayuno puesto.

-Eh, ¿por qué traes esa mala cara?.-le dice nada más entrar. Como siempre a su abuela no se le escapa una.

-No me pasa nada. No me gusta madrugar y no quiero ir con mi padre, es sólo eso.-miente. Eso no era todo.

-Cielo, creo que ya hemos hablado de eso, debes ir, él quiere verte. Pasar tiempo con tu padre será bueno para los dos.- comenta sin darse cuenta de que no le había mencionado todo lo que le pasaba.

-Ese es el problema, cuando él quiere verme estoy allí. Pero, ¿y todas las veces que quiero que esté conmigo y no está? Si recuerdo bien ha dejado que pase mi infancia sin ser un padre decente.- dice Alexia que ya empieza a enfadarse con el tema de su padre, como siempre.

-Sabes que está muy ocupado siempre con su trabajo y está bastante lejos.

-Eso no es excusa.- dice mirándola directamente a los ojos, desafiante.

-Bueno desayuna que al final pierdes el autobús.- aparta la mirada de la de su nieta e intenta centrarse en hacer otra cosa. Alexia ya no es una niña, sabe bien lo que quiere y lo que no. Pero ha hecho bien convenciéndola de ir a pasar un mes con su padre.

Es mejor que su abuela haya optado por hacerse la loca con el tema, no le gusta hablar de ello y no entiende por qué siempre está del lado de su padre en vez del suyo. No le gusta acabar enfadándose con ella como suele pasar, al fin de al cabo, no es su culpa que su padre no venga. Tiene razón en lo de que esté ocupado y tal, pero una cosa no quita la otra. Si él quisiera podría pasarse algún fin de semana que no trabaje o, aunque sea, unas horas que tuviese libres. No le entiende y nunca lo ha hecho. Da un mordisco a su tostada que ya empezaba a quedarse templada y se bebe el zumo de naranja.

Termina de desayunar, se levanta y recoge la mesa. Recoge también su mochila y se la cuelga de un hombro. Se acerca a su abuela y le da un abrazo.

-Perdona por tomarla contigo, no tienes la culpa de esto. Bueno me tengo que ir que faltan sólo quince minutos para que sean las ocho y pase el autobús, no quiero estar esperando media hora hasta que pase el siguiente.

-No pasa nada cariño, entiendo que estés así. Venga pásalo bien.  ¿Tienes ya echado todo lo que necesitas?

-Sí, abuela.

-¿Incluid..-no acaba de decirlo porque la joven se le adelanta.

-Do.. la crema solar y algo para los mosquitos? Si, y todas esas cosas que ya me las repetiste ayer mil veces.-dice riéndose.- Menos mal que papá dijo que se encargaría de la comida, la tienda de campaña,…. etc, etc. Si no, veo que conociéndote tendría que estar el camión de la mudanza ahora mismo en la puerta de casa.

-Hay que ver como me vacilas cuando quieres.- ríe también.

-Queee va. ¿Cómo te voy a vacilar con lo que yo te quiero?- Sujeta su cabeza y se pone a darla besos. Mientras la abuela se intenta escapar de sus brazos. Las dos siguen riendo. Después de unos cuantos besos más la suelta- Ahora ya si que me tengo ir. Ya estaremos en contacto si pillo cobertura, ten por seguro que te echare de menos, eh.

-Exagerada, verás como te lo pasas genial y nada más salir por esa puerta te olvidas de mí hasta que vuelvas a entrar. Adiós Alexia.

-Adiós abuela.

Dicho esto sale por la puerta corriendo con la mochila rebotándole en la espalda. Realmente pesa mucho. Siempre ha sido muy buena corriendo, no la mejor, pero sí una de las mejores de su clase. Espera que eso le sirva de algo. Pero esto de llevar carga encima juega en su contra y a menudo tropieza.

Por fin ve que llega a la parada de autobús y este ya está allí. Según parece, desde hace un rato porque ya está cerrando las puertas. Acelera todo lo que puede su carrera. Ya está cerca, a pasos, pero ya no entra en el espacio que aún no se ha cerrado. Hace lo primero que le viene a la mente y mete la mano.

-Ahh… -las puertas le han pillado la mano, pero no del todo porque el conductor paró en el último momento.

-Podría haber sido mucho peor. A quién se le ocurre meter la mano. Adolescentes de hoy en día que no veis más allá de que no se os mueva un pelo de su sitio.- dice el conductor que ha vuelto a abrir las puertas.- Así aprenderás a ser más puntual.

-Lo siento.-dice secamente. Pero en realidad le querría decir muchas cosas más, mejor no las dice, no vaya a ser que la deje en tierra y no es plan. Paga el billete y se va en busca de un sitio.

Uff…que borde el tío. No sé quién se cree que es para hablarme de esa forma.

Va a sentarse en uno de los asientos del final cuando el autobús arranca haciendo que esta acabe perdiendo el equilibrio, caiga hasta al final del todo y se golpee la frente.  Hay algunas risas por parte de los demás a los que les ha resultado divertido el espectáculo que ha dado la joven inconscientemente desde que ha llegado a la parada.

Un chico que estaba sentado cerca de donde ella ha caído se levanta a ayudarla. Él ha sido de los pocos a los que no les ha hecho gracia.

-Menuda caída. ¿Estás bien?- dice agarrándole las manos para ayudarla a levantarse.- Voy a coger tu mochila, siéntate si quieres en el asiento que tengo al lado.

-Sí, sí estoy bien. Muchas gracias.- La verdad es que se encuentra fatal y no sólo físicamente.

Está claro que hoy no va a ser su día. Menuda suerte. Le duele la zona de la cabeza donde se ha golpeado, aparte de algún moratón que otro que se haya hecho y sin olvidar su mano, que no quiere pasar desapercibida y ahora la nota palpitar. Nota que algo se escurre por su frente y cae en su labio. Es sangre. El chico que ha regresado junto a su lado ve la sangre y le retira el pelo que tapa la herida.

-Vaya, parece que ha sido más que un golpe.- indica el chico que haciendo una mueca con la boca.

Coge su mochila en busca de un clínex. Cuando lo encuentra le limpia la sangre. Después de acabar con la frente y nariz se lo pasa delicadamente por los labios. A Alexia le recorre un escalofrío. Le mira a los ojos mientras este continúa con la herida que es un chorro continuo de sangre. Son preciosos. De un color gris azulado. El chico en sí es guapísimo. Calcula que tendrá sobre veinte años, quizás alguno más, pero poco.

-Creo que tendrás que sujetártelo ahí un rato- le dice dándole otro clínex.

-Si me da que sí. Muchas gracias en serio.- le sonríe mientras se lo sujeta en la frente.

-No es nada.- él también sonríe.

-Con que no te hayas reído ya es mucho, así que, fíjate lo que es.

-Bueno, la gente tendría que estar en tu lugar, ya verás que gracia les haría. Todavía no me he presentado, me llamo Sergio.-le estira la mano en forma de saludo.

-Alexia. Mucho gusto de conocerte.- estirando la mano que tiene vacía.- No en estas circunstancias, pero que se le va a hacer.- Los dos sueltan una carcajada.

-Sí, tienes razón.

Le da mucha pena que esa chica se haya caído pero gracias a ello la ha conocido. Siempre hay que buscar el lado bueno de las cosas. Esa chica es preciosa. Le gusta el brillo que desprende su mirada. Y que a pesar de que esté herida tiene una sonrisa constante. Le encanta esa sonrisa contagiosa que posee. La sonrisa de él es un reflejo de la suya.

Tendrá siete años menos que él. Es muy joven, pero parece a la vez madura. Tiene algo que le engancha. No puede dejar que se vaya y desaparecer de su vida para siempre.

Alexia tiene la mirada perdida mirando el paisaje. Ya ha dejado de sangrar y se ha retirado el papel de la frente. Calcula cuanto tiempo de viaje habrá hasta allí. Tendrá dos horas y media de viaje hasta la tercera parada, que es la suya. Porque, ahora que lo recuerda, su padre la dijo que iba a estar esperándola en la parada a las diez y media. Espera que cumpla su palabra.

-¿A dónde vas?-rompe el chico el silencio.

-¿Qué? Perdona estaba pensando y no te escuché.

-¿En qué pensabas?- se le acerca un poco. Sólo un poco de nada, pero lo suficiente para que Alexia se sonroje un poco.

-En poca cosa, en que espero que mi padre venga a recogerme en la parada como dijo.

-Si no está te puedo acompañar.

-No hace falta.- le sonríe, ese chico es realmente un cielo.

-¿En qué parada bajas?

-En la tercera, ¿y tú?

-Puf, entonces nada. Yo en la quinta.

-Vaya... Bueno entonces sí que te queda viaje.

-Ya ves, tengo la suerte de que te tengo a ti para hablar.-se quedan los dos mirándose a los ojos durante un rato.

-S...sí  y yo tengo la suerte de que me hayas ayudado, si no me veo que seguiría dando bandazos por el suelo. Temo que hablaremos luego que estoy que me duermo.-desvía la mirada. Ha sido un poco incómodo.

-Eres una exagerada.- suelta una carcajada- Que duermas bien Alexia.-esta le dedica una última sonrisa antes de dormir mientras cierra los ojos.

Ahora que está dormida tiene que aprovechar y pensar algo que hacer para que no se olvide de él. Coge su mochila y busca uno de sus cuadernos. Arranca una hoja haciendo el menor ruido posible para no despertarla. Coge también un boli y un lápiz, lo necesitará. Cuando ha acabado dobla el papel y se lo mete en la mochila de esta. Ale, ya está echo, ahora sólo queda que ella no le ignore y lo tire.
Mientras Sergio consigue llevar a cabo lo que estaba planeando Alexia está teniendo una de sus típicas pesadillas.

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